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Próximamente: Capítuo 2 - "Festejos"
... Cuentos emergen del cántaro ...
La gente subía al tren, sin fijarse en el hombre que ocupaba aquel asiento contra la ventana, la pared pasando furiosamente a su costado.
Llevaba un pequeño trozo papel, que espiaba de vez en cuando. Observaba por la ventana unos segundos, para luego regresar al papel, un poco arrugado y manoseado.
-Si yo lograra de alguna manera, viajar al pasado, y asesinara a mi abuelo-, leía para sus adentros, -entonces yo no existiría-.
Miró por la ventana, asegurándose de haber entendido el concepto.
Una vez incorporada la idea, volvió a introducirse en el papelillo.
-Entonces, si yo no existiera, no podría haber viajado al pasado en primer lugar-.
Volvió a mirar por la ventana y a considerar lo que acababa de leer para sí. Cuando estuvo seguro de que había entendido, se sumergió nuevamente en el papel.
-Entonces, si no hubiera podido viajar al pasado, tampoco podría haber asesinado a mi abuelo-
Repitió el proceso de mirar por la ventana mientras su ambiciosa mente trataba con el complejo problema y repasaba mentalmente las posibilidades.
Ésta vez, sin embargo, no regresó al trozo de papel con esas pocas palabras, sino que se quedó pensando, torciendo y retorciendo. Su cerebro estaba funcionando a toda su capacidad, como un contorsionista llevando su cuerpo al extremo, su mente se retorcía buscando con cautela su elasticidad máxima, utilizando siempre el mismo tipo de razonamiento, y siempre llegando a la conclusión errónea de que él no debería existir.
La paradoja tenía sentido, en otras palabras, el viaje al pasado debería ser imposible culpa de algún mecanismo que evitara que no se dieran las condiciones para ese tipo de contradicción.
La gente seguía subiendo al tren, sin fijarse en el hombre que ocupaba aquel asiento contra la ventana, como si de alguna manera, él ya no existiera o estuviera sintonizado con un universo que lo aislaba del común ir y venir del resto.
A menos, razonó el hombre, que el razonamiento que él estaba utilizando estuviera, de alguna manera, equivocado. Después de todo: ¿Quién era él, un simple hombre, para discutir las leyes intrínsecas de la naturaleza?
Por lo tanto, lo más probable era que él se tuviera que adaptar al universo, de modo que trató de vislumbrar como un hecho, la falacia en su razonamiento.
Para hacer eso necesitaba considerarla nuevamente, tratando de fluir con el universo, ser más que un contorsionista, como un bailarín, conectado con la música que caprichosamente tocaba el infinito universo.
Si en algún momento del futuro, él encontrara la forma de viajar en el tiempo, y regresara al momento en que su abuelo era todavía pequeño, y lo matara… pero eso jamás podría pasar, porque entonces su abuelo no habría conocido a su abuela, su padre no podría haber nacido y él tampoco.
Es como decir que para no llegar tarde a tomar el tren que salía a las 8am él hubiera decidido no tener un trabajo que lo hiciera tomar el tren de las 8am… jamás hubiera sido consciente del problema, por ende, jamás hubiera pensado en no tomar ese tren. No había un posible o imposible, tan sólo un “así es”. Que lo perturbaba sobremanera.
La gente seguía subiendo al tren, sin fijarse en el hombre que ocupaba aquel asiento contra la ventana. Él los miraba como a animales de un lúgubre y apagado zoológico, porque él mismo se veía así, títere en las manos del tiempo y espacio, letra escrita en las manos de un totalitario dios.
No, no lo estaba haciendo correctamente.
La paradoja tenía que tener sentido. No podía ser que la naturaleza permitiera cosas así.
Respiró profundamente para calmarse y lo intentó nuevamente.
Si su futuro yo viajara al pasado, y asesinara al infante de su abuelo, entonces su abuelo no podría haber conocido a su abuela. Hasta ahí no había ningún problema.
Si sus abuelos no se hubieran conocido, su padre no habría nacido, y tampoco él.
Obviando la naturaleza contradictoria de dicha conclusión, el hombre procedió metódica y lentamente, considerando que ahora no importaban las lógicas implicancias, porque era justamente esa lógica la que estaba dando lugar al fallo.
La gente seguía subiendo al tren, sin fijarse en el hombre que ocupaba aquel asiento contra la ventana. La pared moviéndose a gran velocidad, como un televisor con un solo y depresivo canal de arte abstracto, mostrándose hasta llegar a la siguiente iluminada estación.
Fría como un quirófano sin uso, pero con mucha luz.
Ahora todo tenía sentido.
Entonces, en teoría, su futuro yo podría viajar al pasado y asesinar a su abuelo. Pero él estaba vivo, lo que quería decir que eso no pasaría en el futuro, que ese pensamiento, ese hecho, esa posibilidad, NO sucedería, ni en el pasado, ni en el presente, ni en el futuro, por el mero hecho de su presencia allí, por el mero hecho de estar vivo.
... y, nuevamente, estando vivo podría cometer el homicidio.
Finalmente entendió todo. No había paradoja, no había contradicción: el universo ya había resuelto todo por él, y él había tenido que adaptarse a las leyes mayores, como un súbdito arrodillándose a los pies del rey de las verdades.
La gente seguía subiendo al tren, sin fijarse en aquel asiento vacío junto a la ventana.. Vacío, excepto por ese papelito depositado en el asiento... con el título de "La Paradoja del Abuelo"...
y el tren continuó su viaje...
Resplandeciente en la oscuridad de la habitación yacía estático un inmóvil televisor, de faz parpadeante, estrambótica, iluminando la silueta de un sillón cuya historia descansaba incómodamente en la humedad corporal del corpulento y somnoliento hombre, espectador agotado. En el abandono total de su persona, aún intentaba prestar algo de atención al dispositivo.
Observaba el noticiero, estaba semidormido, sus ojos latían con un vaivén que impedía que se durmiera o que se quedara despierto, ya bien, no sabía.
De miles de toneladas sus ojos era imposible que siguieran abiertos, pero algo más los mantuvo al borde de cerrarse y sus oídos seguían filtrando todo, sin perdonar.
En el noticiero hablaba una mujer, que por su acento parecía de Centroamérica, aunque difícil distinguir para alguien que estaba lindando los caminos de la consciencia y el sopor.
Ella decía con una voz llena de fuerza, de respeto y pasión "Él dice que vio una luz azul, una figura azul que lo tomó entre sus brazos mientras caía desde el octavo piso, un ángel señores... UN ÁNGEL y... y... lo agarró de sus piernitas y de su cabecita, lo depositó en uno de los balcones y se despidió de él"
Un reclinado hombre de apariencia profesional, con vestiduras propias de alguien que ha ido a lucir pulcritud y coherencia, habló con mirada soberbia a la mujer, intentando tomar la posición de quien trata con la locura de un enfermo.
"Sí, por supuesto que el chico en caída, lo único que ha podido ver es la figura celestial... que ha sido ropa colgada en un tendedero que lo ha envuelto, desviado y ayudado a caer en un balcón lindante a su línea de caída... es común con toldos, tender de ropa, etc."
Al momento, se metió en la discusión gente del público que vociferaba a favor de unos y otros, entablando un juicio a los inquisidores de la fe y de la razón.
"Un ángel guardián salvó a mi hijo" -exclamaba la madre, abrazando al chiquito con fuerza mientras una parte del público resoplaba disconforme y otro tanto aplaudía frenéticamente- "Señora, vea que mismo se vio ropa tirada por el lugar donde cayó y él se ha lastimado" -continuaba tratando de poner lógica contemporánea el trajeado hombre de lentes, ya no tan cómodamente reclinado-
"Fueron lastimaduras previas" -decían los que defendían la existencia de un ángel que nunca habían conocido- "Es obvio por el ángulo de caída que fue rebotando en las lonas y ropas colgadas"
Unos gritaban, las voces se superponían, el conductor del programa intentaba poner calma y sólo agitaba las aguas de un lado a otro, creando más turbulencia.
El televidente, en el silencio total de su sucia habitación, en su tibia humedad corporal impregnada en el sillón, segundos antes de dormirse ató dos ideas sin proponérselo y su mente intentó responderle al centenar de gente gritando: "El chico se cayó de un octavo piso... si fue un ángel, fue un milagro... si fue ropa colgada... fue un milagro..."
Se durmió finalmente. Pero claro, la gente en la televisión, seguía gritando...