lunes, 12 de marzo de 2018

Manos Gigantes - Capítulo 1


"Goummer es la tierra en la que transcurren estas historias. Por si algún día las catástrofes azotan estas bellísimas tierras, les cuento que Goummer es una tierra variada y fantástica. Con el tiempo, la magia ha modificado árboles, lagos, montañas y cascadas. Los seres se han dispersado. Los reinos se han consolidado y han intentado mantener una paz duradera y próspera para todos. Pero esas cosas no duran mucho. Goummer ha tenido exceso de presos en sus cárceles, enemigos esperando el momento adecuado y hechiceros oscuros esperando a tomar el poder. La tierra es bella, pero como en un jardín a veces las malas hierbas comienzan a crecer sin que el jardinero se de cuenta y es importante tomar acciones antes que sea demasiado tarde.

Recuerden Goummer. Es una tierra vasta e infinita, con muchas islas, reinos, comunidades y aventuras.
Quizás esta sea la época de mayor aventuras, pues en la danza del bien contra el mal es cuando los bardos creamos las mejores de las canciones"

- Lirdien Tomm, Bardo amante de Goummer y sus lagos -

CAPITULO 1: "El mal siempre avanzará mientras el bien lo permita"

LIBERACION

El ejército de Luster reclutó a Manos Gigantes hace centurias. A base de latigazos, lanzas y cadenas, habían logrado tenerlo prisionero y hacerlo pelear por ellos.
Uno de los últimos de su raza, Manos Gigantes era un Amil adolescente.


Los Amil, eran como osos, temperamento un poco más amigable, pero mucho más grandes y de temibles garras gigantescas. Eran animales sociales, por ello, Manos Gigantes era muy triste. Muy pocos le hablaban como a una mascota y el resto, solo lo trataban como a un elemento de guerra más, como una catapulta u oxidada trebuchet para asediar castillos.

Su brutalidad lo hizo famoso, aunque no de la mejor manera, por ende, los arqueros del ejército enemigo, habían enfocado gran parte de sus flechas en él.
El dolor no era mucho, su carne estaba lejos del exterior, mayoritariamente cubierto de pelaje espeso, grasa y una dura, muy dura capa de piel.

Pero por primera vez sucedió algo que lo cambió todo. Su ejército fue derrotado con muy poca diferencia por el ejército enemigo, quien luego de la victoria, siendo esta tan acotada, decidieron dejar al monstruoso Manos Gigantes y retirarse por miedo a que este solo, les arrebatara su victoria. Debían apresurarse y tomar el castillo de Paltra, por el que estaban combatiendo para terminar de tomar la tierra del Duque de dicha región.

Rodeado de cuerpos agonizantes, cadáveres, cuervos y restos de carruajes destrozados, Manos Gigantes arrastró sus cadenas muy muy lejos, dejando atrás el apocalíptico campo de batalla y subiendo montaña arriba. Tenía un rostro amigable, salpicado de sangre y tristeza.

Se sentó entre algunas rocas de las cuales emergían temblorosos algunos árboles de espesa copa y allí lamió sus heridas. Con el caer de la noche, fue acostándose sobre su lado derecho, partiendo con su peso las flechas clavadas de ese lado y de a poco logrando dormir. Su pesado pelaje hacía que apenas sintiera el frío que tenía una suave nevada.


IDENTIDAD


Rugidos de lobos enfurecidos precipitados por la acción, maleza rompiéndose, aún el sol no asomaba del todo, pero los caninos en manada parecía que habían encontrado una presa. Confundiéndolo con un sueño, Manos Gigantes intentó ignorarlo, pero no, los lobos realmente habían encontrado alimento. Él no quería enemistarse con los lobos, los Amil se caracterizaban por no tener depredadores naturales, pero aun así los lobos podían suponer una gran molestia, además de una hostilidad que él no quería sentir de nuevo tan pronto.
Frente a Manos Gigantes agitado y herido, un hombre de mediana altura (diminuto en comparación al Amil) pasó corriendo con dificultad. Tropezaba con su pierna mordida, con la montaña rocosa y con la traicionera hierba. Los lobos habían salido del bosque que estaba más abajo, para terminar su cacería. Lo tenían.

Manos Gigantes se apiadó del hombre, estaba acostumbrado a proteger a los hombres, aunque no era un instinto natural, sino algo adoptado, ver sufrir a ese campesino indefenso (sabía reconocer la diferencia, luego de tantos años entre ellos) lo hizo querer protegerlo. Dio un paso cruzándose entre los canes y el hombre y rugió frente a la manada que llegaba apresurada. Alzó sus dos manos (tan gigantescas que tapaban el escaso sol de la mañana) y con sólo eso, los lobos frenaron su organizada marcha. Trataron de rodearlo, pero el macho alfa prefirió abortar la misión, enfrentarse a un Amil adulto era probablemente la peor de las ideas para cualquier criatura sobre la región.

Aún con la pierna sangrando, el campesino de tez oscura y delgado como un rastrillo, cayó sentado y con las manos apoyadas detrás, rendido. También se aterró del rugiente gigante. No era común ver algo así, no al menos para él. Ya sin fuerzas para correr pensó: "¿Será que ahora me reclama este gigante como su comida?" Pero las chances no eran muchas, se hacía imposible seguir corriendo en un terreno tan complicado y más aún con un talón brotando sangre. Temblaba de frío, estaba débil, se intentó arrastrar, pero el gigante lo iba persiguiendo con paso lento, pero suficiente para estar a la par de él.

"¿No eres tú Manos Gigantes? ¡Eres famoso! ¡Eres el arma más terrible del ejército de Luster! Yo no soy un soldado, ¡No me hagas nada!" -y con sus manos, ya acostado en el piso tapaba su rostro como si al no poder verlo a los ojos, el dolor de ser devorado fuera a ser menor-

El Amil lo observó durante mucho tiempo, cuando le hablaban intentaba comprender las intenciones y claramente las intenciones del hombre eran solo de sobrevivir. El campesino era miedo puro. Pero Manos Gigantes no quería ver más sangre, no quería matar más.

Tomó al delgado campesino por la cintura (que gritó y pataleó pensando que iba a ser devorado) y lo llevó como si fuera una piedra en su mano, caminando montaña abajo. El paso era lento, pero el calor de la mano peluda del gigante dio calor al campesino, que se entregó al paseo y poco a poco, quizás por la pérdida de sangre o la confianza, se durmió.

Cuando llegaron al pie de la montaña, comenzó a brillar levemente el sol de la mañana con más fuerza y en lo lejano se vislumbró un pueblo. Manos Gigantes siguió su camino con el pobre hombre colgando de su mano y cuando comenzó a acercarse al pueblo, la gente corrió, gritó, cerró puertas y se escondió. Solo dejó al hombre en medio del pueblo, dio media vuelta y volvió caminando hacia la montaña. Él sabía lo que generaba en los hombres, en los pequeños y débiles hombres. Por ello se alejó sin mirar atrás.

En el pueblo, Ree, el campesino, fue curado de sus heridas y en poco menos de una semana, caminaba como cualquier otro. Ese no era su pueblo, por lo que prometió volver con algunos vegetales de su huerta y pagar por la ayuda. Los locales le llovieron a preguntas respecto al gigante, pero él contó la situación tal cual y el rumor se esparció de ese pueblo a otros: "Manos gigantes está suelto y ahora ayuda a la gente"

Eso le jugó a favor y le jugó en contra. Pero al menos el gigante peludo ya sabía que no quería lastimar más a nadie, quería naturaleza y paz, lo que quieren los Amiles en general. Quizás, encontrar a otro como él. Pero eso era una búsqueda para otro momento.


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Próximamente: Capítuo 2 - "Festejos" 

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