martes, 22 de junio de 2010

Había un hombre

Había un hombre que quería dejar de ser hombre.
Pero al haber intentado dejar de serlo, se había convertido en un hombre que intentaba dejar de ser hombre. Con lo cual era más que un hombre y no menos como había deseado.
Intentó entonces dejar de intentar ser hombre, pero se convirtió sin saberlo en el hombre que intentó dejar de intentar no ser hombre, pero percatándose que eso lo convertía en un hombre muy confundido que intentaba no ser un intentador de hombre que quiere dejar de ser hombre, prefirió consultar a una bruja.
La bruja le contó, al llegar a su putrefacta guarida, que el asunto de intentar dejar de ser un intentador de hombre que intenta dejar de ser hombre, que se había convertido en todo aquello y además un hombre que al intentar todo lo descrito era también un consultante de brujas.

Ese irónico mensaje de la bruja que se divertía mucho, generó un repentino llanto por parte del... eehmmm... protagonista de esta historia. El cual gritó: "Ahora soy un hombre que llora porque sabe que es un intentador y todo lo demás, además frustrado y consultante de brujas"

La bruja si bien podía seguir divirtiéndose toda la tarde, le propuso al acomplejado señor, varias soluciones, pero que ella misma al cabo de unos segundos se daba cuenta que eran de limitado resultado.

Cambiarse el nombre, hacerse pasar por mujer, dejar de hablar y hasta meditar (esto último lo convirtió en un meditador experto, pero seguía siendo un hombre que intentaba dejar de ser hombre, bla bla bla y encima experto en diferentes técnicas de la meditación, que sumaba a su desesperación todo el pensamiento que surgía al abrir los ojos terminando su meditación).

Ya agotado por tamaño esfuerzo, siendo un hombre que [bla bla bla] y además sólo dejaba de ser hombre cuando dormía, descubrió que al dormir dejaba de ser todo eso, pero que al despertar al igual que al término de su meditación, volvía a ser absolutamente todo, sumado al resultado de sus pensamientos o sentimientos al despertar.

La bruja había desarrollado tamaña tonicidad muscular en su abdomen de tanto reírse, que le costaba ponerse derecha, así que antes de no poder volverse a levantar, le dijo: "La solución está en la muerte"

Sí, algo dramática. Pero la pobre mujer luchaba por el bienestar de su espalda y desinteresada por él (o quizás demasiado interesada) díjole esas duras palabras.

Ante el miedo que le causó la idea de la muerte, el hombre que quería dejar de ser hombre y ahora era un hombre que intentaba dejar de ser, siendo un consultante de brujas, un desesperado, un dormilón, frustrado, experto en meditación y consciente de su constante frustración tomó una medida paralela al consejo de la anciana, volviéndola protagonista de su historia y quedándose él en segundo lugar.

Ahora esta es la historia de una bruja que dijo a un hombre: "La solución está en la muerte" y se convirtió en protagonista. Digno sacrificio por él.
Pero a ella le ha parecido bien ese papel, lo cual concluye la historia.

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