lunes, 15 de noviembre de 2010

Caída libre

Mientras la velocidad sacudía vibrante su ajustado saco de Armani, con grisáceos matices nublados por la oscuridad del túnel por el que caía, se preguntaba quién habría sido que lo había arrojado.
Parecía un lugar húmedo, olvidado, infinitamente profundo, como un aljibe que llevaba directamente al centro de la tierra.



El pánico de los primeros metros estaba secándose aceleradamente por la caída, que se llevaba todo lo demás, junto a su transpiración, su maletín se soltó primero, luego sus zapatos, finalmente el saco también se soltó y él continuó en caída libre.

No veía un final entre tanta oscuridad, pero sí había dejado de ver el inicio de la boca del abismo por la que había caído.

La adrenalina de su precipitación hacia la muerte, hacia lo desconocido, incremento el ritmo de su corazon, que latía como la doble pedalera de un experto baterista.


Cuando la caida se extendió más allá de lo que su vida resistió, las tinieblas lo absorbieron por completo. Dejó de ser, se fundió con el silencio y el olvido.

Pero la caida continuó. Sus ojos se abrieron, como si despertara de un eterno sueño.
No pudo evitar continuar.

Ahora el que caía era otro, pues él yacía muerto allí, en algún lado entre su maletín, su reloj y algún zapato flotando aún más atrás.

Quien caía comprendía lo que había sucedido con su otro yo. Quien había abierto sus ojos, veía otra oscuridad a su alrededor. Quizás, su otro yo nunca había abierto sus ojos.
Se quitó lo que le quedaba de ropa, adoptó una relajada postura de caída, inclusive algo cómplice de ella, buscó una posición que acelerara la misma. El viento chiflaba en sus oídos con agresividad, pero no lo lastimaba, sólo lo mantenía ebrio entre excitación y la más absoluta paz.

Era inevitable. De pronto el impulso que era su caída se convirtió en imparable potencia de despegue... y salió por el otro extremo, como una bala de cañón, como una estrella fugaz, sus ropas, maletín y pertenencias quedaron por ahí en algún lado. Él salió rodeado de un aura nueva, desnudo por completo, vulnerable y deleitándose de sentir el aire puro, los rayos de sol, el viento y el polvo que se metía por sus poros. Disfrutaba todo a una velocidad impensable, viajando a la velocidad de la luz, o más quizás. Luego la velocidad disminuyó, la inercia se perdía... ahora era como si viajase de cara al mundo en la parte delantera del tren más rápido que pudiera existir, llevándose el mundo entero por delante, amándolo, sin dañarlo.

Cuando volvió al camino, pisando suavemente la tierra, sintiendo toda esa energía que lo había impulsado a salir, latiendo dentro suyo con fuerza. Recordó aquello que se había preguntado al comienzo de la caída. ¿Quién lo había lanzado a ese pozo oscuro y deprimente?

Le inundaron ganas de reír, que ahogó con una amplia sonrisa: Nadie lo había lanzado allí.
Había ido él, su ÉL actual, atrapado y asfixiado. Tuvo que obligarlo.
Tuvo que conspirar, para una caída sin mirada atrás.
Para una caída libre.

Ahora entendía el término "caída libre".
y mierda que era libre...


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