domingo, 22 de marzo de 2009

¿A dónde se irán?

¿A dónde se irán? -me pregunté en aquella ocasión-

Escribo esta carta, detener una serie de pensamientos que se desencadenaron fuera de mi voluntad. Que crecieron sin que pudiera pararlos y me han superado.
Uno despertó a otro, que despertó a su vez uno más y así sucesivamente.
No pude hacer nada, no tuve opción.

Explico el hecho.

La tarde era de esas que no tenían que terminar, de esas que daba pena que no fueran un momento congelado hacia la eternidad. Pero en fin, todo termina.
De repente, del gozo consciente de ese momento a una distracción momentánea, esa línea que parecía recta (o que yo deseaba que lo fuera) se desbalanceó. Se desbalanceó y mucho.

Un hombre cruzaba la calle y alguien tocó bocina dos veces seguidas.
Enfurecido el peatón, se dirigió al conductor y le gritó todo lo que a un niño se le negaría a decir. Se las gritó agitando el puño en alto, invitando una pelea.

De repente, al vehículo parado, se acerca una señorita. La situación se aclaró, pues era una clienta del remis, que había tocado vocina para llamar a su casa, como suelen hacer.

El hombre se sintió apenado, realizó un gesto con la mano, pidiendo disculpas y siguió su camino, un poco sonrojado y agachando la cabeza, como esquivando los comentarios de las personas a su alrededor que murmuraban mirando de reojo.

Pensé por un momento. ¿A dónde se irán todos aquellos pensamientos?
Ese hombre realmente tenía alguna prisa, enojo o problema que con palabras, gestos y miradas había lanzado al remisero, que apenas si le prestó atención.

Entonces, con uno yéndose sonrojado y otro sin prestarle atención, ¿Dónde quedó esa "energía", esa equívoca intención? ¿La habré absorbido yo? -me asusté- ¿Será que la situación ameritaba que alguien la viera para no dejar eso en la nada?

Todo ello me recordó la clásica cuestión de si el árbol cae y nadie lo escucha... ¿Hace ruido? Pensé que era claro: Que las ondas vibratorias que producen el sonido SI se habría propagado, pero no llegarían a ningún tímpano.
Pero en este caso, la vibración de aquella situación, SI había llegado a mí. Como un virus, ahora había entrado en mi mente y yo no podía hacer nada al respecto, más que convivir con dicho altercado y sus restos de emoción en mi memoria.

Pero de pronto sentí que me incomodaba: "Pobre hombre" -pensé- Recibiendo insultos sin merecerlos. Pobre peatón, frustrado por alguna situación de su vida ahora se sonrojaba y se iba sintiéndose humillado.

"¡Oh, no!" -me agité de repente- El virus se propagaba con velocidad, en mi mente la concepción de todas esas situaciones, la energía disparada en miles de direcciones sin encontrar nunca un dueño, filtrándose en aquellos que oyen sin querer, que ven sin pretenderlo. Luego hacemos lo mismo, como intentando sacarnos de encima aquella "energía" que no nos perteneció y que ahora se filtra por nuestros procesos racionales.

Entonces me dije: "No puede ser que a todos nos afecte esto". Pero entonces, las propagandas en la calle, energías lanzadas a cualquiera que pase. Los miles de carteles que vemos todos los días, los constantes "jingles" televisivos, panfletos... debe ser un virus muy propagado.

Esa tarde, que inevitablemente terminó, dormí mal. Me había contagiado de un pensamiento que afectaba mi completo pensamiento.
Esperaba calmarme por la mañana. Pero fue peor.

Investigué por un tiempo que tanto nos podría estar afectando el bombardeo de emociones, palabras y sentimientos ofrecidos día a día en las calles, televisión, radio, charlas cotidianas, considerando que una simple situación de unos pocos minutos había creado en mi, un dilema que estaba tomando ya horas y hasta días de mi vida.

Luego de una semana en que no pude apartar mi atención de dicho tópico, me di cuenta que mientras estuve concentrado en mis labores, (soy supervisor de cargas en una bodega) jamás esa serie de pensamientos me invadieron. Era como si me inmunizaran ante tanto ataque, por estar yo enfocado y sólo abierto a mis propios asuntos.
Descubrí que había sido mi falta de concentración en algo, lo que había hecho que, ese día, la situación de un hombre insultando por error a un remisero fuera mi foco de total atención.
Pero, ¿Nos afectará inconscientemente? ¿Nos desviará de nuestros objetivos diarios, la constante insistencia de toda esa propaganda de estilos de vida, productos y formas de ser? ¿Será realmente una preocupación exagerada de mi parte o habrá algo de real en pensar que es muy insalubre tamaña invasión a nuestra mente?

Así comprendí a quienes se refugian lejanamente, fuera de toda distracción como esa.
Pero ese día me hice una pregunta fundamental: ¿A dónde se irán? Porque claro, estos nos pasa día a día, con cada palabra "al aire" que lanzamos, con cada situación inconclusa o que mueva alguna emoción. Esto sucede en las peleas, en los amores, en todo aquello que despierta una reacción, que rebota y rebota sin encontrar dueño.

Me propuse a escribir esta carta para salvar a mi mente de la acción en cadena de estos pensamientos que se habían ido por completo de mi control.
Pero no lo logré.
Al analizarlo, me dí cuenta que la inercia generada era ya imparable.

Al escribir esta carta, sólo desprendo un poco de la ansiedad que me genera y se la dejo al lector, que espero esté con su mente enfocada, para no ser infectado por este virus que me he contagiado.
Es como intentar prevenirle y estornudarle en el rostro, lo sé. Pero no tengo otra forma de liberar a mi mente del incesante latido doloroso que mi cabeza siente al caer nuevamente en esta serie de planteos.

Pero claro, lo que esto genere hará que tengan que librárselo y harán algo parecido, una charla con alguien, un insulto, una pelea... lo cual generará a su vez algo parecido, quizás peor.

Debe parar.
Alguien lo detenga.
Por favor.


Safe Creative #0903222806446

1 comentario:

Origami Explotion dijo...

Emilio, suelo ser ordenada al leer así que empecé por tus últimos escritos, y este fue el que mas me gustó. Me hizo reír y angustiarme al mismo tiempo, suelo amargarme por episodios como el que describís, pero creo que desde ahora cada vez que me enfrente en la calle con algo similar por lo menos me voy a acordar del remisero insultado y el peatón cabizbajo!.
Me gusta lo que escribís, me hace reflexionar, me gustó la metáfora de "las cataratas"!!

A medida que vaya leyendo, te haré comentarios, nos vemos en febrero!!!
Paula